avril 22, 2020
Adaptarse : nuestro SuperPoder
12 zancadas. Unos diez metros. Esta es la distancia que separa los dos extremos de la terraza, por encima del apartamento. Pequeña, con baldosas ocres, rodeada de paredes blancas, y con un lujo: la vista del cielo y las montañas.
12 zancadas es una milésima parte de 10 km, 1/4 de una milésima parte de maratón – apenas tiempo suficiente para coger un gel o una botella de agua.
12 zancadas, son esos últimos momentos antes de cruzar la línea de meta, levantas los brazos y la sonrisa se mezcla con lágrimas para decir que ya está, lo hemos conseguido. Es muy corto, 12 zancadas, unos segundos, una o dos respiraciones.
Pero en las últimas cuatro semanas, estas 12 zancadas se han convertido en mi mundo y – quién lo hubiera imaginado – mi fuente de bienestar.
No es necesario presentar al COVID-19, ni hablar de las medidas de confinamiento que conocemos bien desde hace semanas. Las hay en todos los países, pero en algunos son más drásticas que en otros. En España, las salidas por ejercicio físico que muchos países permiten están totalmente prohibidas, ni siquiera cerca de casa un ratito. El control, las altas sanciones y las importancia de lo que está en juego va más allá de cualquier discusión.
Así que para los deportistas, el hashtag #yomequedoencasa que se multiplica en las redes sociales se convirtió rápidamente en #yoentrenoencasa. Y para mi, entrenar en casa significa correr, de ida y vuelta, en este recorrido improbable de 12 pasos.
Casi cada noche me pongo las zapatillas, pongo la música, el reloj Garmin y dejo que las piernas hagan su trabajo. Las sensaciones y la respiración me son familiares, pero el lugar no lo es, acabo pensando:
« En serio, estás corriendo EN CIRCULOS !!! ???«
La que se expresa es esa parte de mí que siempre quiere tener opciones, a quien no le gusta que le impongan cosas, y que valora la libertad que proporciona correr.
Sin embargo, durante las últimas cuatro semanas esa parte de mí ya ha recorrido un largo camino…
Prohibido Correr
14 de marzo, primer día oficial de confinamiento en España. Seguí la información desde Francia, donde impartía un curso de hipnosis. La medida me pareció lógica dadas las primeras informaciones que se oían, e incluso si la perspectiva no me agradaba, pensé: « Voy a casa, trabajaré desde allí y tendré mucho tiempo para entrenar… ». Razonable, y serena.
Hasta que eche un vistazo a mis correos electrónicos, y un título me llamo la atención: « Prohibido correr en España ».
El email de un medio dedicado al running se hacía eco de la drástica medida que impedía salir afuera y la imposibilidad de practicar deporte en general – y de correr en particular. Se detallaba bien la cantidad de sanciones, impidiendo tomarse el anuncio a la ligera.
Recibí un golpe. Me invadió la rabio, el rechazo, la ira, y mil pensamientos para negar esta realidad que no podía aceptar. “Saldré de noche”. “Me quedaré en Francia”. “Haré…”.
Por supuesto, me vas a decir:
« Oye, cálmate, hablas de correr cuando vemos como crecen las cifras de infectados. Seria mejor que te preocuparas por la salud de tu familia que por el número de kilómetros que no vas a poder hacer!«
Y tienes razón. Y mi lado racional trató rápidamente de mandarme ese mensaje alto y claro. Pero, ¿cómo podemos escuchar la razón cuando se amenaza nuestro lado emocional? Desde hace años, correr tiene un papel importe en mi vida. Me ayudó a superar el dolor, es mi fuente diaria de bienestar, e incluso de « kiff »: esta mezcla tan física como mental que siento cuando corro, que me hace disfrutar del momento presente con intensidad, y me hace sentir viva en el sentido más profundo de la palabra.
Este email estaba atacando esto, causando el inmenso temor de quedarme privada de un elemento que está muy arriba en la escala de mis necesidades. Y mi reacción inmediata y primaria, que uno podría llamar inmadura o egoísta, fue en realidad un reflejo de supervivencia.
Despues de la tormenta, viene la calma
Trabajar cada día con la hipnosis y la auto-hipnosis tiene esa ventaja: sé reconocer las emociones. Después de la tormenta interna con ganas de llorar y gritar, me tomé un tiempo para escuchar los mensajes enviados por este caos de sensaciones. « Vas a perder tu entrenamiento« , « No vas a poder disfrutar más« , « Vas a perder tu estado físico y vas a engordar« , « No vas a poder aliviar el estrés con actividad física”… Estaba anticipando todas las consecuencias de la privación de correr. La ira y la búsqueda de una huida eran los mecanismos de defensa interna para calmar la ansiedad. Intentos automáticos y normales, pero inútiles e ineficaces.
Sin embargo, identificar estos mecanismos me permitió darme cuenta de que estaba confundiendo « Prohibido salir a correr » y « Prohibido correr« . En realidad, si tengo salud, forma física, ganas… ¿Qué me impide correr? Mucha gente corre kilómetros en las cintas de los gimnasios frente a una pared o una ventana… La idea, poco a poco, se afianzó en mi mente. Empecé a imaginar sesiones de running combinadas con sesiones de fitness, y poco a poco, la idea del confinamiento parecía más aceptable, e incluso soportable.
« Runner de Terraza »
24 horas más tarde, Francia también declaró el estado de alarma, dejé el curso y volví a Barcelona y a sus calles desiertas. Con la maleta apenas deshecha, ya estaba buscando las playlists que iban a acompañar mis « salidas de interior ». Durante dos años había dejado de escuchar música durante las salidas al aire libre para centrarme mejor en las sensaciones y en el placer de vivir el momento plenamente. Ahora no me imaginaba correr en casa sin la motivación extra de una banda sonora motivante. Así que encontré en mi iPod las baterías de Metallica, Nightwish y Rammstein que habían estado conmigo durante tantos kilómetros, y los mezclé con canciones de los 80’s para poder cantar y distraerme.
Al principio, empecé con un recorrido de 19 zancadas en el mismo piso, entre la galería y la habitación. Tres kilómetros, luego cuatro, luego cinco, y cada día más, la sensación de cumplir un reto, y la alegría de poder decirme: « Lo hice ». Después probé la terraza, al aire libre y con la vista al bosque y a las montañas. Era mucho mejor a pesar de ser una distancia más corta. 12 zancadas. Unos diez metros que corro entre 500 y 1000 veces, prácticamente cada día. En un recorrido con tantos giros se consigue una velocidad de tortuga de las lentas, y los indicadores de rendimiento que seguía cuidadosamente, como el VO2max, dejan de tener significado.
Pero me he convertido en una “runner de terraza », y a pesar de la pequeña voz que sigue diciéndome « En serio, corres en CIRCULOS !!!???« , hay una gran parte de mí que se maravilla de esta capacidad de adaptarse a la situación. Porque, por supuesto, otros corredores han tenido esta idea y las redes sociales nos permiten compartir nuestras medallas: en una terraza o en un pasillo, ya no es una contrarreloj, sólo se trata de correr y gana quien se siente así más vivo, haciendo lo que le gusta. Pensando en el día que acabe la cuarentena, en esas salidas que haremos, disfrutando de cada zancada. Recordando también, porque cuando vas en círculos en un espacio pequeño, la mente se alimenta de recuerdos de paisajes, de carreras, de momentos en los que no pensábamos que podíamos hacer algo y sin embargo superábamos – todos esos pensamientos que daban fuerza al cuerpo y a la mente para dar una vuelta más.
Eso si: cada 15 días, no puedo evitar una esperanza, la de que la nueva prórroga del confinamiento venga acompañada de mayor flexibilidad. Ese « permitido salir para el ejercicio físico » que nos dejaría salir fuera a correr. Pero por segunda y tercera vez, la esperanza se desvanece, y los primeros minutos después del anuncio crean un nuevo momento de ira o desánimo. Corto. Lo que dura reconocer las emociones antes de ponerme las zapatillas y subir a la terraza para dejarlas atrás, corriendo.